Un pequeño protagonista para una gran historia: El pequeño Baku es un manga que invita a la empatía con quienes dejan su tierra para abrirse paso en la vida

“En nuestro planeta han desaparecido todos los sueños. Ya no queda ninguno que podamos comer. Por eso nos sentíamos siempre con hambre”, explica el protagonista de El pequeño Baku. Así las cosas, este joven e inocente tapir se ve obligado a seguir el camino de tantos otros de sus compatriotas planetarios, seres que se nutren de las fantasías nocturnas, y emigrar a la Tierra, un astro en el que todavía es posible encontrar un futuro. La metáfora, por gruesa, no deja de ser efectiva para, de forma delicada, sensible e incluso didáctica, exponer la odisea que viven los inmigrantes que llegan a Japón y, por extensión, a cualquier lugar del mundo. Un sin fin de trabas administrativas, cuando no físicas, que no frenan esas ansias de prosperar.

Masumura Jûshichi nos invita a seguir al pequeño Baku en su camino por establecerse en la Tierra, en concreto en Tokio. No estará solo: a la primera que se va a encontrar es a Hana, una estudiante llegada desde Nagoya para formarse en Bellas Artes, y a esta le seguirán otros muchos secundarios venidos de los más diversos puntos del Universo, personajes que le sirven al autor para ejemplificar las muchas casuísticas de la migración. Ahí está el que se ha desplazado por cuestiones económicas, pero también el que lo ha hecho por el porvenir de sus hijos, por amor o simplemente atraído por una cultura que considera más afín a sus gustos.

A través de Baku y sus amigos vamos a conocer esas dificultades de las que hablábamos arriba: el infernal laberinto burocrático, la imposibilidad de encontrar trabajo sin papeles y papeles sin trabajo, el racismo y el miedo al desconocido, la precariedad, el desarraigo… y, también, la desconfianza entre los propios expatriados, donde no siempre reina la solidaridad.

Perfecto equilibrio

El pequeño Baku juega en un terreno ciertamente complicado. Podría caer en el relato condescendiente o convertirse en una especie de guía práctica para inmigrantes en Japón, pero su autor sabe encontrar el justo equilibrio para que, sobre todo, resulte una historia interesante. Lo logra gracias a una serie de inteligentes decisiones, como el diseño de los personajes foráneos, a los que confiere la apariencia de adorables extraterrestres atropomóficos. A esto hay que unir un dibujo decididamente amable, lo que no obsta para demostrar una gran versatilidad y tino en la puesta en escena.

El pequeño Baku, completo en solo dos tomos, quizás no sea una obra maestra del cómic, pero sin duda acumula suficientes valores -la empatía, el principal- como para convertirse en una lectura de lo más recomendable para desmontar prejuicios y abrir mentes.

El pequeño Baku, de Masumura Jûshichi

Fandogamia Editorial. Rústica, b/n. 196 págs., 9 €

Traducción de Meritxell Sans